¡Me encanta este título! Aunque admito que es un plagio de John Merrill; todo lo que implica la libertad para un ser humano y su entorno social está plasmado en estas cinco palabras. Pero debo decir, con el pesar que conlleva aceptar esta realidad, que ya no creo en tan rimbombante frase.
La libertad ´´bonita´´, de esa que creía en la Costa Rica solidaria, que se daba por sentada y que cada quien asumía por sí solo, por la pura necesidad de mantener el status quo que nunca estuvo en papel. Aquella donde los límites por más invisibles que fueran no necesitaban coercitividad, porque el bien se asumía, se trabajaba por una armonía común.
Pero los tiempos cambian y asumir la madurez de los seres humanos puede ser algo muy peligroso y traer muchos problemas.
Con el pasar de los años, las personas, los gobiernos y las corporaciones han hecho lo posible por facilitar el diario vivir y el crecimiento de los humanos, pero se han olvidado del desarrollo. Es tal el interés de simplificar la vida que es de ley tener todo al alcance de las manos. Desde poder evitarse la fatiga de caminar o tomar el trasporte público teniendo un carro, hasta no tener que buscar a un amigo para expresarle sentimientos porque podemos escribírselo por Facebook, hace que muchos, si no es que la mayoría, caigamos en la vagabundería y la pereza de hacer el mínimo esfuerzo para respirar.
Lo más preocupante de todo es el individualismo que se genera a partir de estas conductas. Podemos llegar a ser intencionalmente avaros en el plano emocional, material y espiritual, con tal de mantener esa actitud hedonista que nos convierte casi en zombis. Para la ´´Civilización del Espectáculo´´ (Vargas Llosa) el placer de tener placer lo es todo, el placer es el camino a la felicidad.
No digo tampoco que querer tener y querer saciar la necesidad de placer sea malo, es de humanos. Pero si por el hecho de ser persona creo que puedo hacer lo que me da la gana ¿adónde queda entonces la línea que divide mis libertades y las de los demás? ¿Será acaso que nos olvidamos de aquella frase cursi que decía: ´´Mi libertad termina donde empieza la de los demás´´?
Recuerdo que hace unos 6 años, le pregunté a mi profesor de cocina; un chef madrileño de unos 50 años en aquel entonces, ¿por qué había venido a vivir a Costa Rica?, el me respondió, diciendo que en España y en casi todos los países del mundo ´´no se podía hacer nada´´. Las restricciones y los controles a la hora de manejar, de divertirse, de tener un negocio eran excesivos y que Costa Rica era libre para todas estas cosas.
Me duele pensar la diferencia que seis años pueden hacer en un país. Digo, no porque en Costa Rica ya no se pueda hacer lo que uno quiera, si no porque se puede hacer lo que a uno le da la gana. Ya la libertad no es libertad, es libertinaje. Puedo saltarme un semáforo porque tengo que llegar temprano y no hay nadie que me vea, puedo envenenar a un perro que descansa en la iglesia, porque aunque sea cura, el templo es sagrado y el perro hace que se vea feo. Puedo tener un Dodge RAM porque quiero que todo el mundo me tenga miedo en la calle, aunque el mundo entero esté tratando de disminuir las emisiones de gases.
Queremos economías abiertas, poder comprar cosas que vienen de Burkina Faso e Israel, poder tener Ipods, Ipads, Imacs y Iphones, usar bolsas plásticas, comer sushi de carne de ballena. Pero no queremos delincuentes, asesinos, basura en las calles, plásticos en el mar, ni gobiernos vagabundos.
¿Y entonces quién controla ese equilibrio? Ya no podemos asumir la bondad, ya no podemos confiar en que todo va a estar bien, ya no podemos permitirnos que la CCSS cubra a los que no tienen seguro con aquellos que si lo tienen pero no lo usan, porque la gente descarada no paga. Ya no podemos dejar las cosas a la suerte.
¿Entonces es todavía tan imperativa la libertad?
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